La Diaconía de la Belleza

Nuestras sociedades sufren de un vacío de belleza, de sentido y de espiritualidad, vacío que afecta singularmente el mundo de los artistas. En una sociedad individualista, sin marcas y cortada de sus raíces, el artista está en crisis de sujeto, de identidad y de mensaje.

El arte no es autosuficiente, su razón de ser estriba solamente en la expresión de una transcendencia y de una verticalidad del hombre, creyente o no. La historia del arte occidental nos enseña a qué punto la Iglesia contribuyó a la creación de un patrimonio sagrado y cultural único que es la fuente de la civilización occidental. El Misterio de la Encarnación reveló el Rostro de Dios y los artistas hicieron de ello simbólicamente el tema de sus obras, haciéndose así el soporte natural del anuncio del Evangelio.

La Diaconía es un servicio de la belleza, dando nuevamente al artista su papel de mediador entre el cielo y la tierra: un servicio para los artistas, restaurando el sentido del sagrado hasta en la vida diaria como expresión viva de la hermosura de la verdad; y un servicio para la nueva evangelización, volviendo a dar al arte su “sacerdocio” para la santificación del mundo. Se articula alrededor de 5 pilares:

Oración: con el apoyo de los monjes y las monjas contemplativas, de un sacerdote o de una religiosa, la Diaconía propone unir la oración universal de la Iglesia cantando las Vísperas el jueves por la noche;

Testimonio: organizar tardes invitando artistas a dar el testimonio de su arte y de su compromiso en la Iglesia;

Formación: la formación al arte sagrado de los artistas, de los sacerdotes y de los laicos es un de las prioridades de la Diaconía. Sesiones y retiros son propuestos varias veces al año.

Solidaridad: aportar un apoyo humano, espiritual y económico a los artistas en dificultad, poner a disposición lugares dedicados a la creación y mancomunar los recursos;

Anuncio: crear obras artísticas y eventos: un festival, una exposición, un espectáculo, etc. para anunciar el Evangelio.